La naturaleza haciendo trabajo en la ciudad: perspectivas para la ciudad ecológica.

La arquitectura paisajista como oficio, y luego como profesión, tiene apenas 300 años de historia, pero como actividad humana se remonta esencialmente al surgimiento mismo de la humanidad. Esta actividad del ser humano de modificar su ambiente para su propia supervivencia, prosperidad y disfrute es definitivamente anterior a la construcción de edificios y encierra en sí el ejercicio intelectual de autodefinición. La modificación del ambiente por el ser humano, hoy igual que hace 25,000 años, siempre implica alguna definición o concepto de la naturaleza en relación con el ser humano. Es por esto que la arquitectura del paisaje, y el paisaje mismo, siempre es ante todo una expresión cultural, cosa que vemos claramente a través de la historia de la naturaleza en la ciudad.

Si tomamos el relato de Génesis como una alegoría o interpretación de la prehistoria, la salida de Adán y Eva del Paraíso Terrenal representa esta primera definición de la naturaleza como “otro”, por lo menos en la tradición occidental. La Torre de Babel es quizás el símbolo del “abandono de la naturaleza” por parte de la humanidad. Sin embargo, la reconciliación con ella aparece ya en las primeras ciudades exitosas como Babilonia en la forma del “jardín mediador” – el jardín que representa el anhelo de recuperar la naturaleza perdida domesticándola y que de muchas formas media la relación entre ser humano y el resto de la naturaleza. Posteriormente en la ciudad romana, la naturaleza urbana toma la forma del jardín cívico, ese espacio que permite conducir los asuntos de la polis en un contexto relajado y familiar. Y en la ciudad medieval la naturaleza está encerrada en los muros del hortus conclusus – espacio privado y seguro de contemplación.

Los grandes cambios culturales del Renacimiento y la Ilustración impactaron también la relación con la naturaleza en las ciudades. Los grandes viajes de “descubrimiento” causan una revolución en el entendimiento de la naturaleza y los nuevos flujos comerciales crean una clase urbana burguesa que se deleita en los parques de la ciudad mercantilista. Estos grandes parques burgueses de Europa representan la afluencia, no sólo material sino también intelectual, del momento y una nueva forma teatral de exhibir el “dominio” sobre la naturaleza de todos los rincones de la Tierra.

Posteriormente, la ciudad industrial recurre a la naturaleza como salvadora de la salud mental y física de sus ciudadanos. En esa gran empresa higiénica de mejorar y humanizar la ciudad industrial, nace la arquitectura paisajista como profesión y proyecta una reinterpretación de la naturaleza como fuente de salud y bienestar, no como el salvaje que necesita inculturación. Así surgen movimientos como la Ciudad Jardín (Garden City) y proyectos como el Central Park (NYC) y el Emerald Necklace (Boston), diseñados por Frederick Law Olmsted. Ya la ciudad moderna, deslumbrada por la tecnología como remedio universal, relega la naturaleza urbana a un segundo plano y le asigna el rol del hortus ludi – el jardín del juego y el placer.

A finales del siglo 20, y como secuela del rechazo al movimiento moderno en la arquitectura de los años 1950s y el surgimiento del movimiento ambientalista en los 1960s, los arquitectos paisajistas y diseñadores urbanos se plantean una nueva forma de ver la naturaleza en la ciudad. ¿Qué tal si en vez de ser meramente un “adorno” o el escenario para estar “relax”, la naturaleza urbana tiene una función importante? ¿Por qué no pueden cohabitar en la cuidad, para su mutuo beneficio, el ser humano y la vida silvestre?

En paralelo a estos movimientos culturales, la ecología también empieza a ver en la cuidad los mismos sistemas naturales que estudia en ecosistemas remotos. Aparecen visionarios como Ian McHarg, quien escribió el famoso libro “Design with Nature” (1969), y finalmente aparecen disciplinas nuevas como la ecología del paisaje y la ecología urbana.

Toda esta evolución de pensamiento y actitudes culturales nos trae a la visión contemporánea de la ciudad ecológica – la ciudad que se planifica, diseña, construye y opera como lo que en realidad es, un ecosistema como cualquier otro. En la ciudad ecológica la naturaleza no existe meramente para el placer del ojo humano o como aderezo escenográfico o como adorno de edificios sino que existe para realizar un trabajo, múltiples trabajos en realidad. En la ciudad ecológica el paisaje es el medio urbanizador, ordenador y generador de nueva ciudad (ya sean adiciones o reestructuraciones de la ciudad vieja). Y por paisaje se entiende el ámbito socio-eco-cultural particular e identificable donde ocurre la vida humana; no es meramente la vegetación – es el conjunto de sistemas sociales, naturales y culturales (edificados) que sirven de ambiente humano y de ambiente a la vida silvestre (o vida no-humana) en la ciudad. En la ciudad ecológica el paisaje es parte integral de la ciudad y lo cultural (edificado) y natural existen como un cíborg (ser vivo mitad humano y mitad robot). En esa condición híbrida de la ciudad ecológica hasta los edificios y estructuras son hábitat de vida silvestre.

Fig 1 La ciudad ecológica se enmarca en su contexto paisajístico y en ella el paisaje es el medio urbanizador, ordenador y generador de nueva ciudad.

Este concepto de la ciudad ecológica, como este cíborg o híbrido entre lo silvestre y lo construido, es parte de una nueva visión eco-funcionalista de la ciudad y de una visión post-conservacionista de la naturaleza. Los elementos “naturales” de la ciudad (o la vida silvestre en ella), sea a propósito (por diseño) o no, realizan múltiples funciones que benefician a la vida humana. Los organismos que habitan un río canalizado y semi-entubado como el Río Piedras, por ejemplo, ayudan a oxigenar el agua, disminuir excesos de fosfatos y nitratos y reducir la temperatura del agua, entre muchas otras cosas. No solamente mejoran las condiciones ambientales para los seres humanos que nadan en el Estuario de la Bahía de San Juan sino que permiten que otros organismos colonicen y subsistan en la ciudad también, aumentando la biodiversidad general y mejorando el funcionamiento ecológico de la ciudad.

La visión post-conservacionista de la naturaleza se refiere a que si bien siempre son necesarias las “reservas naturales”, es importante reconocer que la naturaleza urbana y peri-urbana realiza funciones ecológicas importantes y en muchos casos equivalentes o superiores a las que realiza la naturaleza de las “reservas”. En Puerto Rico tenemos investigadores como el Dr. Ariel Lugo que se han enfocado recientemente en el valor ecológico de la naturaleza urbana y peri-urbana y han demostrado que las funciones ecológicas que proveen son equivalentes en muchos casos a ecosistemas “prístinos”. Por lo tanto no es suficiente conservar la vida silvestre en “reservas” sino que la vida silvestre urbana y peri-urbana también hay que conservarla para alcanzar un mejor ambiente humano y aumentar la biodiversidad general del país.

Las funciones ecológicas de la naturaleza urbana son muchísimas y hacen posible la vida, humana y no humana, en la ciudad (1). Generalmente nos enfocamos en la vegetación, pero la riqueza microbiana de un suelo, por ejemplo, es imprescindible para que sea productivo y efectivo en disminuir los niveles de contaminación que muchas veces vemos en la ciudad. La posibilidad de que las aguas de lluvia infiltren los suelos urbanos y fluyan a través de ellos, en vez de ser interceptadas y llevadas rápidamente al mar, aumenta también la fertilidad y funcionamiento de los suelos urbanos y apoya todas las otras funciones vitales de los sistemas naturales urbanos.

La ciudad ecológica depende para su funcionamiento de que la naturaleza urbana esté bien “sintonizada” con los sistemas sociales y culturales (edificados) de la ciudad. La condición de cíborg de esa naturaleza urbana – dependiente de pero contribuyente a la función de los sistemas edificados – requiere un “fine tuning” que sólo puede proveer el buen diseño. La infraestructura verde, por ejemplo, es precisamente eso: la conjunción de elementos vivos y edificados que juntos proveen un mayor beneficio social y que permiten una mayor biodiversidad en la ciudad (que coexistan una mayor cantidad de especies). O dicho de otra forma, la infraestructura verde es “naturaleza diseñada” haciendo trabajo en la ciudad.

Fig 2La naturaleza híbrida o de cíborg que tienen los sistemas naturales urbanos requiere la calibración minuciosa entre elementos vivos y edificados por medio del diseño.

La infraestructura verde – que no meramente es para manejar la escorrentía pluvial sino que es muchísimo más – se ha convertido en el instrumento preferido para alcanzar los objetivos de la ciudad ecológica o del diseño urbano ecológico. Por infraestructura verde se entiende cualquier sistema que realiza una función urbana (transportación, remoción de desperdicios, regulación de temperatura, remoción de contaminantes en el aire, generación de energía, manejo de escorrentía pluvial, etc.) en el que participan activamente organismos biológicos y que genera múltiples beneficios. La infraestructura común y corriente (o infraestructura gris) siempre realiza una sola función. El conocido y extremadamente popular High Line de la ciudad de Nueva York es un gran ejemplo de infraestructura verde no relacionada al manejo de escorrentía pluvial. El High Line no sólo es un corredor de transportación sino todo un parque en el aire que inserta la naturaleza en la ciudad a través de una plataforma elevada (antiguo tren elevado).

La infraestructura verde alcanza su máximo potencial en la ciudad ecológica cuando hace múltiples funciones simultáneamente (2).   La infraestructura verde no simplemente debe proveer un servicio, como cualquier otro elemento de infraestructura, sino que debe también crear mejores espacios urbanos y hacer posible el contacto humano con la naturaleza. En este sentido, la infraestructura verde representa el ideal de la ciudad ecológica en que permite las funciones urbanas de una forma amigable con la naturaleza silvestre y provee un vehículo para restaurar funciones ecológicas perdidas por el desarrollo urbano tradicional.

Fig 3En el plan de infraestructura verde preparado para La Parguera (ver Nota 2) el análisis de las condiciones existentes fue muy importante para lograr un diseño balanceado entre sistemas naturales y sistemas edificados.

Al fin del día, la visión de la ciudad ecológica se trata de crear las condiciones para que el resto de la naturaleza prospere en la ciudad junto al ser humano, en relación clásicamente mutualista. La condición híbrida de la ciudad ecológica la hace también más resiliente – más apta para sobrevivir condiciones cambiantes (3). Y esas condiciones cambiantes ya llegaron (o se han acelerado) con el cambio climático global. Si nuestras ciudades no se mueven al modelo de la ciudad ecológica, con intervenciones modestas pero constantes de infraestructura verde, será muy difícil asumir el futuro que nos traerá nuestra propia actividad humana en el planeta.

Notas:

  1. Ver: Forman, Richard T. T. 2014. Urban Ecology: Science of Cities. New York: Cambridge University Press. http://www.worldcat.org/title/urban-ecology-science-of-cities/oclc/855977609
  2. Ver: Terrasa-Soler, J.J., M. Bingen, and L. Lugo-Caro. 2015. The Caribbean Landscape Cyborg: Designing Green Infrastructure for La Parguera, Puerto Rico. Chapter 20 In: Czechowski, D., T. Hauck, and G. Hausladen, eds. Revising Green Infrastructure: Concepts between Nature and Design. London: CRC Press/Taylor & Francis. 488 p. http://www.worldcat.org/search?q=isbn%3A9781482232202
  3. Ver: Topos The International Review of Landscape Architecture and Urban Design, Issue number 90 (2015), Resilient Cities and Landscapes. http://www.toposmagazine.com/topos-90-resilient-cities-and-landscapes/

 

 

 

 

About José Juan Terrasa-Soler

JJ is a registered landscape architect, environmental scientist, and university professor living in San Juan, Puerto Rico. He is a practicing Buddhist and enjoys hiking, nature exploration, amateur astronomy, and fountain pens.
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